Soltando a mi hijo

Andrea durmió con el enemigo durante muchos años sin darse cuenta cabal de lo que sucedía. No obstante su formación universitaria en leyes y su empleo en los tribunales, suponía que la violencia sicológica a la que su esposo la tenía sometida era algo normal.

Pero la situación fue escalando día tras día hasta convertirse en insostenible, entonces decidió que había llegado el momento de ponerle fin y se atrevió a hacerlo por el único medio a su alcance: el divorcio.

La promesa de una nueva vida, en la que los sobresaltos quedaran convertidos en asunto del pasado, pronto se esfumó. El enemigo volvió, decidido a destruirla, y la atacó por su flanco más vulnerable: sus hijos.

Sin escatimar esfuerzos, su exesposo recurrió a toda clase de artimañas para arrancar de su lado a su primogénito. Se metió en su psique para convencerlo de dejar a su madre sin importarle que él fuera apenas un niño y ella la titular de su custodia, y a fuerza de insistir no sólo triunfó, sino que sembró en él una profunda aversión que lo alejó de ella tanto en cuerpo como en espíritu.

Llanto, angustia, depresión y peligrosos ataques de ansiedad casi llevaron a Andrea a perder la cordura. Sólo el consuelo espiritual y un largo proceso de sanación pudieron rescatarla del pozo de sufrimiento en el que se sumía.

A fin de cuentas pudo reunir la fuerza suficiente para ejercer el mayor acto de amor de una madre por un hijo. Lo dejó ir por decisión propia, convencida de que sólo el tiempo logrará que reacomode sus ideas y comprenda que él también fue una víctima de las circunstancias, que el amor de una madre no tiene límite y ello la hace capaz de cualquier sacrificio por su pequeño.

Este libro narra el doloroso proceso de Andrea. Comenzó a escribirlo a modo de terapia, y al final consiguió con él mucho más que ayudarse a sanar el alma, pues ahora, al dar fe de su proceso, también aporta un valioso instrumento para que muchas mujeres que pasan por situaciones similares se ayuden a comprenderlas y superarlas.