Mi roce con el demonio

Vendí mi alma por lujuria…

Hacerlo fue más fácil de lo que suponía, me bastó con invocar a Asmodeo, el demonio a cargo de incitar los más bajos instintos de la carne, el despreciable ser que medra inflamando sin piedad nuestros deseos insanos.

Las mujeres siempre fueron mi debilidad y eso le facilitó las cosas, y el poder para seducirlas y subyugarlas que me confirió no se parece a ninguna otra cosa; de pronto estuve convertido en un irresistible imán sexual.

Lo cierto es que nunca me ha  preocupado el destino de mi alma inmortal, así que a primera vista el trato me pareció ventajoso. Pero, ¡ay de mí!, que jamás sospeché que al abrirle la puerta a aquel demonio todos los demás se aprovecharían.

Hay uno de esos seres poderosos y malignos por cada pecado capital, y pronto todos comenzaron a acecharme hasta convertirme en su siervo, y si al principio pensé que el único precio sería mi alma, no tardé en descubrir que debería pagar con algo aún más preciado, con algo cuya existencia desconocía, con algo cuya pérdida me desgarraría y que al final me obligaría a recurrir a la única solución que tenemos quienes hemos pactado con los poderes oscuros. Si quieres saber de qué hablo adéntrate en estas páginas, quizá éste también sea tu camino.