Los ecos de la sangre

Esta tierra, resabio de un paraíso hace tanto perdido, es lugar de espejismos donde sutiles seres maliciosos tienden celadas a los hombres para trompicarlos en su largo camino de retorno a los cielos.

Alonso Guzmán señorea su hacienda consciente de que la realidad sólida no es sino una figuración; que lo aparente se desenvuelve bajo el influjo de los hilos imperceptibles de lo inmaterial y sólo ejercitando su espíritu adquirirá la fortaleza para triunfar en esta existencia. Por eso lee y relee los antiguos textos que documentan el paso de santos y pecadores por el mundo al tiempo que se empeña en ser un hombre justo.

En este rincón apartado que bien pudo ser parte del Jardín del Edén conviven la bondad y la maldad al lado de los instintos bajos y los sentimientos nobles; también medran seres de todas clases.

Un inocente niño vidente, un avaricioso buscador de tesoros, un temible hechicero persiguiendo la redención, una fantasmagórica mujer que en la penumbra camina sobre las aguas y brujas que por las noches cambian de cuerpo para robar infantes se entraman en una realidad improbable que no permite escapatoria.

Recorrer este rincón atemporal del mundo siguiendo los trazos de la brillante pluma de Jorge Fajardo es contemplar un mosaico multicolor que evoca las certezas y los temores que configuran la esencia humana.